Driving into the night





we are strangers
driving into the night
we act like soldiers
stroking the pain
only then to
hide the blisters.
there's a place
we might call home
but it's too silent
and too cold.
we are strangers
driving into the night
we battle our lives away
and fake what's left.
i see you're driving
to the left of it all.
i'm still driving
into the night
they say i'm diving
they say i'm dying
but i don't feel the pain.




El orden de los factores sí que altera el producto


Al final de todo nos habremos convertido en eso, apenas medio instante silencioso cuando oigamos tu nombre o el mío pronunciados en los labios de otro. Al final seremos la bandeja vacía, el espejo medio blanco donde vertimos gramo a gramo nuestras vidas. Seremos el eco de un graznido de una tarde helada, el destello de aquella bicicleta que bajaba, apresurada, las Ramblas. Seremos ocaso, seremos sarna.

Al final seremos una perpetua marcha atrás, el instante caballeroso que pudo haberlo cambiado todo. El negativo en la prueba de embarazo, la pajita que quema en el cubata. Seremos abismo, caín, otoño. Y solo entonces podremos volver a amarnos del todo. 

Festivales, vísceras y paz.



Necesito dormir, que diuen, como si los enanos y los astros que rondan los espacios habitados, como si las siluetas calcadas de los huecos en la cama; como si la humareda que desprenden las vísceras de los viajes pudieran dejarnos en paz.

Necesito fumar, que diuen, para desoxidar los antiguos engranajes que bailan, que sudan, que aprenden y desaprenden sucesivamente a follar.

Necesito paz, que diuen, una hora de silencio sentado en la mesa verde del maestro; un segundo antes del orgasmo, diez segundos después de esa larga raya de cal, el instante infinito en que levitan los cuerpos suspendidos en el trance de algún festival.

Quien ha bailado lo sabe: en el tamtam del teclado también es posible hallar la paz.